De nuevo está allí. Algunas noches no la he visto, pero es indudable que debe estar allí, sólo que oculta tras algún objeto oscuro como el cielo nocturno, algo así como cuando pongo mis manos entre mí y el sol y entonces no la puedo ver.
Innumerables veces he pensado si aquella masa uniformemente blanca y brillante no será solo uno más de los tantos faroles puestos en las veredas, sólo que no puedo apreciar el palo de cemento que lo sostiene por su gran tamaño, así como no puedo palpar la curvatura de la tierra. Recuerdo que un vecino mío le interesaba sólo temas así. Ahora no vive acá, un día llegaron unos cinco bomberos, los del 451, y un oficial me dijo que se estaba mudando de la casa. Parece cierto. Algunos días después de que se lo llevaran, llegó un nuevo vecino. Eso pasa cuando alguien se muda. Se va el antiguo y llega uno nuevo.